Ser mamá, un cambio por dentro y por fuera.
Ser mamá ha sido la experiencia que más me ha conectado con mi naturaleza. Ha despertado en mi instintos y sentimientos que no creía que existiesen.
Antes de ser mamá, no me había cuestionado lo maravillosas que son las mujeres y por supuesto tampoco había pensado en si sería o no mamá. No me gusta hacer planes a largo plazo, ni pensar demasiado en el futuro, así que, con este tema tampoco lo había hecho. Entonces llegó un momento en que tenía todo lo que yo creía que necesitaba, pero sobretodo me sentía capaz de dejar a un lado mi egoísmo y dar todo de mi a otra personita.
Sabía que sería un cambio grande, pero claro los cambios que tenía en mente eran a nivel social, de trabajo, lo que no me podía imaginar era el cambio interno que supondría.
Primeros instintos.
Cuando me quedé embarazada de mi primer hijo, y las hormonas se adueñaron de mi cuerpo y de mi mente, todo, absolutamente todo, giraba entorno a mi embarazo. El primer instinto ya estaba floreciendo y yo me sentía cada vez más fuera de mi. Tenía la sensación de que tenía que proteger a mi bebe de todo y eso que aún no había ni nacido, así que empecé a cuidarme yo. Lo primero que empecé a cambiar fue mi alimentación, no solo cambiar los típicos alimentos que una embarazada no puede comer, sino mi alimentación en general. Comer alimentos frescos, lo más naturales posible, es decir, comida real nada de procesados.
Después lo amplié a los productos cosméticos, ropa, medicamentos…En general empecé a tener más conciencia de tener una vida saludable que transmitir a mi hijo, al final él se alimenta de mi y cuanto mejor me alimente yo, mejor estaría él.
Ese instinto no se limitaba a una protección contra peligros externos, sino más bien ser consciente que necesitaba un cambio en mis hábitos, si quería darle lo mejor a él.
Descubriendo mi naturaleza de mujer
Según se va acercando el momento del nacimiento, tu naturaleza de mujer te va poniendo en guardia. Es una mezcla de nervios por conocer por fin a tu bebe, por cómo va a salir todo y al mismo tiempo el empoderamiento que te llena el cuerpo para confiar en que todo va a salir bien. En este momento descubrí lo maravillosas que somos las mujeres, nuestra anatomía es espectacular, pura magia. Todo nuestro cuerpo, órganos, músculos, huesos, se abren y se mueven para hacer hueco a esa nueva vida que se está formando gracias a ti, a tu maravilloso cuerpo.
En este momento sabía que tenía que confiar más en mi que nunca, en mi fuerza física, pero sobretodo en mi fuerza mental. Tenía una seguridad en mi misma increíble, una paz que me llenaba entera. Esta sensación, junto con el apoyo incondicional que me daba el papá de mi hijo, hizo que sintiese que éramos un equipo, los tres, y que podríamos con todo ahora y siempre.
Abriéndote a la vida
Así llegó el momento del nacimiento y creo que nunca he estado más consciente del ahora, del momento presente como en esas horas. Mi respiración era imprescindible para oxigenar bien a mi hijo con cada contracción y con cada contracción, mi cuerpo más se abría.
Todo fluía entre respiraciones y contracciones hasta que el dolor, las hormonas y estar presente en ese único instante, hace que el tiempo pase más rápido de lo que parece y que tú estés dentro y fuera de ti misma. Conectando con tu yo primitiva, con todas las mujeres que desde el principio de los tiempos han ido abriendo sus cuerpos y creando vidas.
El momento de ser mamá.
Cuando nació mi hijo no podía creer que tan solo conmigo, con mi leche, pudiese estar creciendo tan fuerte. Como he dicho antes no me cuestionaba demasiado el futuro, así que con el tema de lactancia materna o biberón, tampoco lo hice. Simplemente dejé que mi instinto y mi bebé decidieran lo mejor para nosotros. Esto lo hice con mis dos hijos, tenía muy claro que no me iba a obsesionar con ninguna opción y que lo que de verdad necesitaba mi hijo para crecer era el amor de sus papás. el cómo se alimentase, mientras fuesen las opciones que necesita un bebe era lo de menos. Pero en mi caso, con mis dos hijos, he tenido dos lactancias maternas prolongadas, respetando sus necesidades y hasta que ellos quisieron dejarlas.
Aun así les miraba y me maravillaba pensar que mi cuerpo generase alimento y no solo alimento sino el alimento perfecto para cada instante de su crecimiento, adaptándose a su demanda y sus necesidades, es algo maravilloso.
Verles crecer y sentir esa gran conexión, ese instinto de mamífera, aprender a vivir el momento, porque para un bebé no hay día o noche, solo existes tú, él y el ahora.
Mamá y el Yoga.
Ahora cuando voy descubriendo el Yoga no puedo dejar de pensar en estos momentos, creo que el ser madre me ha hecho conectarme con la naturaleza, ser consciente de muchas cosas que antes pasaban desapercibidas para mi y ahora gracias a mi familia y al Yoga estoy descubriendo mi verdadero yo y mi camino.
Sobretodo descubriendo que todo lo que he estado experimentando, tiene sentido y es la mejor de las cosas que me han podido pasar. Pues he descubierto lo increíble que es vivir en el ahora, el gran poder que tiene la respiración y gracias al Yoga, aun tengo más claros los valores que quiero inculcar a mis hijos.
Aunque si soy sincera, son unos valores que cuando somos niños tenemos por naturaleza, pero al ir creciendo nos vamos contaminando. Simplemente es ir guiando ese camino, para que no olviden lo verdaderamente importante y sobretodo que durante el mayor tiempo posible vean el mundo con sus ojos de niños y yo con ellos.
Namaste