El desapego
El desapego, sin duda es uno de los Yamas que más tengo que trabajar. Los Yamas son uno de los 8 pasos de los Yoga Sutras de Pantanjali que puedes encontrar en mi entrada ”Mi nuevo estilo de vida. Iniciación al Yoga “.
Pues bien, Aparigraha es el Yama de la no acumulación y ahora que llegan estas fechas navideñas, quizás, soy más consciente aún de todo lo material que vamos acumulando. Realmente no se muy bien por qué. ¿Miedos, carencias, ego?
El caso es que cada vez vamos acumulando más y más, cada vez sentimos más apego hacia todas nuestras posesiones materiales y no somos capaces de desprendernos de ellas. Sentimos que, al tener más, estamos lejos de la pobreza que tanto miedo nos da.
Acumulación
Tenemos las neveras llenas, a rebosar de comida que mucha de ella tiraremos, o bien porque hemos cocinado de más, o bien porque caducará y se pondrá mala. Comemos hasta que no podemos más, hasta que nos duele el estómago, lo que nos lleva a tener digestiones pesadas y problemas digestivos.
Compramos compulsivamente, solo para poseer más, cuando en realidad la mayoría de las cosas que compramos no las necesitamos y nos hacen sentir mal. Poseemos para delimitar lo que es nuestro y con eso lo que no es tuyo. Esto se traduce en nuestro miedo a no tener y no poder comer.
Pero al igual que acumulamos bienes materiales, acumulamos más si cabe sentimientos y emociones nocivos para nosotros, que nos hace entrar en bucles emocionales. Como conversaciones que nos han hecho daño y no dejamos de darles vueltas y enfadarnos cuanto más pensamos en ellas. Dar más importancia de la que tiene a situaciones que no nos han gustado.
En definitiva son situaciones que dañan nuestra salud mental, que nos bloquean. Llenan nuestra mente de pensamientos innecesarios y no nos dejan disfrutar de lo bonito, aunque lo tengamos frente a nosotros.
Trabajar el desapego
Somos responsables de nuestra felicidad
Una de las primeras cosas de las que tenemos que ser conscientes es, que el único responsable de nuestra felicidad somos nosotros mismos. No tenemos que hacer responsables de nuestra felicidad a los demás, es decir, que no dependa de tener o no pareja sentimental, ni de la aprobación de las personas que tenemos a nuestro alrededor, ni siquiera dejar nuestra felicidad en manos de nuestros hijos. Muchas veces al ser padres creemos que nuestros hijos son nuestra felicidad, pero no es justo. Ellos la complementan y muchísimo, eso está claro, pero no podemos dejar esa carga en ellos, que nuestra felicidad dependa de ellos.
Si te creas expectativas de tus relaciones lo único que vas a conseguir es frustración. Normalmente cuando nos creamos esas expectativas, no las compartimos con los demás y al final, al no cubrirlas nos decepcionamos. Se consciente de ti mismo, de tus necesidades y se maduro a la hora de tomar decisiones así como de sus consecuencias.
Centrarse en el presente
Este puede ser uno de los pasos más complicados, pues tendemos a vivir en el pasado. Arrastramos vivencias traumáticas, miedos, apegos tóxicos que nos hacen vivir siempre en el pasado y no disfrutar del aquí y ahora. De vivir el presente que es donde vas a encontrar tu verdadera libertad.
Aprende a perdonar para liberarte a ti mismo de esa carga que es vivir en el pasado, céntrate en el aquí y ahora. Respira y se feliz.
Vivir en libertad
La libertad es la forma plena de vivir y esto enfocado a nuestras relaciones nos permite dar esa libertad a los que nos rodean.
Esta libertad no quiere decir que no tengamos relaciones sentimentales, sino todo lo contrario, que esas relaciones no impliquen imponer, que no nos aten y nos deje o dejemos crecer como personas.
Algunos ejemplos son las relaciones sentimentales tóxicas, llenas de celos, de prohibiciones o los padres muy obsesionados con la seguridad de sus hijos, que por ese miedo a que les pase algo no les dejan desarrollarse libremente.
Cuando fui consciente de trabajar el desapego tuve dos puntos que me marcaron mucho. El primero con mi chico, al no sentir miedo a la pérdida de la relación. Aceptar que, si solo pienso en lo malo que pueda pasar, no va a dejarme disfrutar mi presente con él y por supuesto, que el hecho de tener esos pensamientos negativos no quiere decir que no vayan a pasar. Así empecé a sentirme en una relación plena, los dos con libertad, independientes, pero queriéndonos y sumándonos.
Con mis hijos me cuesta un poco más, pues sale mi instinto de protección, mis miedos. Pero es algo que trabajo a diario, tener un equilibrio entre dejarles explorar y guiarles con seguridad, sin transmitir mis miedos e inseguridades.
Todo esto nos lleva a otro punto muy importante del desapego.
Aceptar que nada es eterno.
Tenemos que ser conscientes que nada es eterno, nacemos para morir y a todos en algún momento nos llegará ese momento. El miedo a esa pérdida puede hacernos obsesionarnos y no dejar vivir en libertad a los que queremos. Pero no por más que pienses en ese momento vas a estar mejor cuando este llegue. Las pérdidas son duras, pero cuanto más seamos conscientes que nada es eterno, más viviremos en nuestro presente y por lo tanto libres.
Perder amistades, amigos, el momento en que tus hijos crecen. Nos crea un apego hacia esas relaciones que nos provoca sufrimiento.
El Ego.
El origen del sufrimiento es el apego, que crea la ilusión del ego. Buda
Desprendernos del Ego es otra forma de trabajar el desapego. El Ego nos hace tener una visión distorsionada de nosotros y del resto. Nos hace acumular y tener ese concepto de posesión.
Enfocado en la esterilla, cuando vas a practicar en una clase con más gente es muy común escuchar «dejad vuestro ego fuera» y es verdad porque tendemos a compararnos con los demás, para bien o para mal y eso puede ocasionarnos frustraciones o incluso intentar llegar a más de donde podemos y lesionarnos.
Es importante centrarnos en nuestra práctica, nuestra respiración y saber hasta dónde podemos llegar sin compararnos con nadie.
En mi última clase de Yoga experimente junto con mis compañeras y mi profesor la alegría de ver nuestros progresos en determinadas posturas. Nos animábamos unas a otras y felicitábamos. Me sentía genial, pero luego pensé… ¿Estaré alimentando mi Ego o aplaudiendo mis logros?
Namasté.