Aprender a escuchar, es quizás una de las asignaturas pendientes de nuestra sociedad. Muchos de nosotros creemos que sabemos escuchar, que sabemos mantener una conversación con los demás, siendo tolerantes con los diferentes puntos de vista, etc. Pero nada más lejos, escuchar es todo un arte que muchos de nosotros carecemos.
Empezar a ser consciente de uno mismo.
Gracias a la práctica diaria del Yoga, uno de los beneficios que sin duda he podido reconocer con más facilidad es el empezar a ser consciente de mi misma. Aprender a analizar determinados comportamientos que de otra forma no lo habría conseguido. Desde mi punto de vista, cuanto más consciente eres de ti mismo, más trabajas tu ego, tu humildad y esto hace que puedas ver más allá, pues llegar a ver cosas en ti que de otra manera no lo habrías conseguido.
Pues bien, uno de esos comportamientos ha sido el no saber escuchar. No tengo claro el porqué, pero si se que es así. He pensado que quizás sea por mi forma de ser tan despistada, otras veces soy consciente que no me ha llegado a interesar de verdad la conversación y la he borrado de mi mente. Muchas veces estamos tan obcecados en dar nuestro punto de vista, nuestra opinión, que no nos importa si quiera lo que la otra persona nos está diciendo. Simplemente estamos escuchando nuestros pensamientos. Y esto puede derivar en disputas, en enfrentamientos, en malos entendimientos.
Desde pequeños nos dicen lo importante que es decir lo que pensamos, mostrar nuestra oposición hacia las cosas que no nos gustan o si nos gustan. Pero aquí hay dos problemas fundamentales que arrastramos hasta nuestra edad adulta.
Escuchar a los niños.
El primero de ellos es que a pesar de que, cada vez más y es todo un avance, queremos que los niños expresen sus sentimientos, sus necesidades y así cada vez y poco a poco sean más independientes. Hasta el punto de que lleguen en su día a ser unos adultos sin carencias emocionales, que sepan expresar y luchar por su voluntad, respetando las normas sociales y siendo conscientes del bien y del mal.
Esta es la teoría y lo que a muchos de nosotros nos gustaría, pero la realidad es que la mayoría de los adultos no escuchamos a los niños y no lo hacemos porque no sabemos. Muchos peques aún no saben hablar con fluidez para poder expresar lo que sienten o quieren, pero si saben expresar sus emociones de otras formas. La diferencia es que nosotros como adultos les mostremos que queremos escucharlos o les mostremos que tiene que hacer lo que nosotros le imponemos por simplemente ser adultos.
Este proceso de aprender a escucharnos es fundamental para evitarnos frustraciones tanto adultos como niños. Que ellos sientan que son escuchados, que su opinión importa y obviamente cuando no se pueda hacer lo que ellos quieren, explicarles el porqué, como haríamos con un adulto y sobre todo como nos gustaría que hiciesen con nosotros. y así llegamos al segundo punto
Escuchar en vez de imponer
Y quizás uno de los más difíciles. Igualmente, muy importante desde nuestra infancia y es que nos escuchen e intenten razonar dentro de nuestra edad y no impongan su criterio por el hecho de ser adulto, de creerse superior, de tener mucho ego.
Trabajando nuestra humildad y con mucho trabajo interior podemos aprender a escuchar a nuestros peques y sobre todo enseñarles con el ejemplo que escuchar e intentar negociar, razonar nos evita tener que imponer y sentirnos frustrados y enfadados.
Si estos procesos los aprendemos desde pequeños, con humildad, llegaremos a ser adultos que sepan escucharse a si mismos y a los demás. Y esto a que nos lleva, nos lleva a lo importante que es trabajar nuestro ego.
Aprender a escuchar trabajando mi ego.
Uno de los aspectos que más me hace trabajar el Yoga es el ego. Desde muchos aspectos, tanto de mi práctica de asana, como en mi día a día. El ego abarca muchísimos ámbitos de nuestro YO y poco a poco según vas siendo consciente, puedes ir cambiando ese ego por humildad.
Algunos ejemplos claros de Ego en la esterilla, es la comparación con tus compañeros. Intentar llegar al máximo posible sin escuchar tu cuerpo, sin ser consciente de tus limitaciones físicas y por lo tanto sin respetar tu templo que es tu cuerpo. Cada día nuestro cuerpo es diferente, está en continuo cambio y le afectan muchísimos factores tanto internos como externos. Pretender mantener una práctica estática, es decir, siempre estar al mismo nivel y solo ir a más, es un claro ejemplo de que hay que trabajar ese Ego.
¿Y esto como lo he aprendido? Pues lo he aprendido escuchando a mi profesora, no es ir a clase simplemente hacer las cuatro posturas e irte a casa. Es absorber cada una de sus palabras e integrarlas en mi como la respiración. Y gracias a eso aprender a escuchar mi cuerpo, a saber, hasta dónde puede llegar cada día. Respetar a mis compañeros, respetar a mi profesora. No interrumpir la clase con comentarios que no vienen a cuento.
¿Y en nuestro día a día?
En nuestro día a día es mucho más difícil de trabajar, pero por supuesto no imposible. Soy una persona bastante impulsiva, me encanta hablar, preguntar y mantener conversaciones. Pero desde que estoy aprendiendo a escuchar y analizando más mi vida cotidiana, soy capaz de aprender muchas más cosas de los demás. De mi chico, de mis peques, de mi familia, amigos. Tengo la sensación de que puedo llegar a conocer más a las personas e incluso no solo aprender a escuchar sus palabras, sino también sus gestos, su expresión, su mirada.
Al mismo tiempo estas trabajando tu ego, estás aprendiendo a contenerte, a esperar, a que tu opinión en esos momentos quizás no sea lo más importante y si sea esa persona que en otro momento no habrías sido consciente de que simplemente se está desahogando, como lo harás tu en otro momento que lo necesites de verdad.
Es aprender a escuchar en un abanico muy amplio, no solo verbalmente.
Nasmaté.